domingo, 15 de noviembre de 2009

El pueblo elige sus santos


“Las personas necesitan creer, porque la angustia de la existencia humana, que es un misterio, hace que debamos aferrarnos a eso para hacer más soportable la vida”, comenzó Miguel Mazzeo, historiador y docente de la UBA.

Los santos populares como el Gauchito Gil, Ceferino Namuncurá o la Difunta Correa, a diferencia de la canonización institucional, es una ‘santificación desde abajo’, que nace desde los creyentes.

Si bien la Iglesia Católica reconoce la acción milagrosa, en Cristo y en los santos, “siempre son personas que están vinculadas a la institución o son religiosas” aclaró Mazzeo. En cambio, los santos populares “son personajes que en un principio no tienen relación con la Iglesia, que a veces ni siquiera son creyentes, pero alguien decidió que esa persona realizó milagros y comienza la santificación”.

Muere joven y deja un cadáver hermoso
En el trabajo "Almas milagrosas, santos populares y otras devociones" de María de Hoyos y Laura Migale, explican que generalmente a las personas santificadas les llegó la muerte cuando eran jóvenes y en circunstancias extraordinarias. “Las muertes trágicas se consideran signadas con un sello divino” aclaran.

Los creyentes
De Hoyos y Migale señalan que “los devotos creen que estos santos tienen poderes extraordinarios: conceden deseos, hacen milagros y castigan. La Iglesia Católica muchas veces rechaza abiertamente estas creencias diciendo que son supersticiones, pero para los practicantes no existe ninguna contradicción entre una y otra”.

Gastón Alarcón es presidente del club de fans “Gilda, un amor verdadero”, pero también cree en sus poderes y santidad. “Soy católico” afirma y dice que desea que en los próximos años su ídola se convierta en santa: “Para mí, Gilda es más importante que mi religión. Le pido primero a ella y después a Dios, porque es como una intermediaria”.

Gastón conoció a la cantante de muy chico, cuando comenzaba su carrera musical. “Después del accidente la empecé a ver con otros ojos, como santa y siempre me ayuda. Una semana después de haberle pedido trabajo, lo conseguí, y también ayudó a mi papá en un juicio laboral que terminó ganando”. “Siempre digo que Gilda convirtió la música en un milagro y el fanatismo en devoción" remata, como si lo leyera de una estampita.

Desde su lugar de historiador, Miguel Mazzeo dice no creer en los milagros, pero sí en las cosas que se ponen en juego en ese momento: “Si alguien cree que sucede, esto genera prácticas que pueden modificar la realidad positivamente, movilizando a personas que de otra manera estarían resignadas”.

También destacó que “los más desprotegido, los que tienen menos poder son los que terminan creyendo en los milagros. Esa realidad social compartida hace que cuando alguien plantee la posibilidad de esos milagros, automáticamente se generaliza”.

Sobre la actitud de la Iglesia católica, Mazzeo dice que “por lo general la institución rechaza estas creencias y las considera herejía o idolatría, prácticas cuasi salvaje”, pero que si son manifestaciones masivas de fe, “termina asimilándolo y cortándole cualquier capacidad disruptiva”.

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