“América latina es el reservorio católico de la humanidad”, asevera el sociólogo Jorge Soneira. Se refiere al más de 60 por ciento de la población del continente que dice profesar esa religión. Sin embargo, el fenómeno eclesiástico actual se rige por los movimientos de base, que acumulan cada vez más poder. La jerarquía católica, que ya no goza de la misma hegemonía que en décadas pasadas, no siempre reconoce a estas entidades.
Para el filosofo y teólogo Rubén Dri “entre estas dos iglesias hay una gran diferencia: una está con el pueblo y la liberación, la otra con el poder y la dominación”.
El sociólogo Fortunato Mallimaci sostiene que las jerarquías mantienen cierto poder: “Realizan un trabajo social, popular, que cruza fronteras”. A nivel local hay una “enormidad” de experiencias que no logran superar los límites territoriales en un fenómeno de “individuación religiosa”, pequeños grupos que toman distancia de las autoridades, son excluidos de la institución, y su poder se relativiza.
“Las jerarquías siguen manteniendo su institución, y, aún con problemas, sigue siendo la más creíble de toda América latina”, explica el sociólogo.
La cúpula eclesiástica, según Mallimaci, debe decidir si tomará una postura más reguladora de las diferencias dentro de la iglesia latinoamericana o aceptará la pluralidad vigente. “Aparentemente, van a reafirmar una fuerte identidad católica ante la diversidad”, induce.
Los casos más marcados de división de la iglesia, explaya Dri, se producen donde hay conflictos sociales, como en Bolivia, Venezuela y Ecuador, por la nueva Constitución.
Para el teólogo, la situación boliviana es la “más fuerte, ya que la división es igual de profunda que en el resto de la sociedad”. La jerarquía católica apoyó abiertamente a la medialuna rica, que buscó la autarquía financiera, mientras grupos de base, como los Hermanitos del Evangelio, buscan una “nueva Bolivia para todos”.
En el caso brasileño, desde los años 80 el catolicismo pierde adeptos en manos de otras religiones y el ateísmo, según datos del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística. Especialmente “son los pobres, que siempre fueron religiosos, los que salen en gran cantidad”, observó el sacerdote y teólogo José Beozzo. Pese a esto, en Brasil la religión está cada vez más unida al poder político, con pactos como la enseñanza religiosa en las escuelas, firmado el año pasado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario