sábado, 24 de octubre de 2009

El Normal Nº1

Es una escuela muy antigua - acaba de festejar sus 135 años- que se popularizó como ese edificio vetusto de la avenida Córdoba y Riobamba. A raíz de los preparativos para el aniversario se encontraron en sus sótanos 26 cartas de Domingo Faustino Sarmiento, su fundador. En ellas se pone el acento en las normas ascéticas y rígidas tanto para alumnos como para maestros.

En los años del último gobierno de facto de la Argentina, estudié en el Normal Nº 1 . En aquellos tiempos se había decidido que se conservara el frente como monumento histórico y se construyera un nuevo edificio tras la fachada, como puede verse hoy. De esta manera durante aquellos años convivíamos con la obra que nos llenaba de ruidos insoportables, de nubes de polvo permanentes, y de ir corriéndonos por las partes viejas acorralados por grúas, ladrillos, cemento y albañiles. Creo que hoy no sería aceptado que se dictaran clases en tales condiciones.

El viejo edificio estaba formado por cuatro inmensos corredores por donde se distribuían las aulas, y en el centro un gran patio rectangular, de manera que se clausuraba un corredor y se demolía, se reconstruía y se pasaba a otro corredor. Nosotras íbamos rotando con la construcción. Las puertas de las aulas eran altísimas y vidriadas ( veíamos el pasillo desde nuestros pupitres) . Cada tanto pasaba alguna autoridad, como la vicedirectora, y nos prohibía salir de las aulas hasta nuevo aviso. Esta indicación incluía a la profesora.

Entonces veíamos a unos soldados, vestidos de fajina, que iban para la parte clausurada, que estaba tapeada con maderas, y volvían , a veces con los pupitres de madera y hierro que todavía usábamos.

Siempre recuerdo esa escena porque me daba mucha curiosidad. Si usaban a los colimbas para ayudar en la construcción, ¿Por qué nos dejaban encerradas? Y sino, ¿ Qué había del otro lado que no podíamos ver? Las cartas de Sarmiento?
Un día fui a espiar entre las rendijas de las maderas. Estaba absorta en eso, a la vez que asustada, pero antes de que pudiera individualizar algo distinto a un caos de cosas, la jefa de preceptoras me tocó la espalda – casi muero del susto – y me ordenó retirarme inmediatamente de allí.

Hoy pueden verse en la vereda del frente de la Escuela, sobre la avenida Córdoba , las placas recordatorias de las alumnas desaparecidas. Y yo me pregunto ¿ qué otras cosas guardarán los oscuros rincones de mi escuela? Ya que hoy soplan otros vientos sería bueno salir de dudas.

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